Mensajes recibidos por

María Matea

1989

16 de agosto de 1989

 

MENSAJE PARA LAS MONJAS DEL CONVENTO

 

Este mensaje la Santísima Virgen lo dio para las monjitas que son almas consagradas e hijas predilectas de su Inmaculado Corazón.

 

“Mirad hijas mías, yo guardo en mis manos como un rosario predilecto. No es de perlas porque yo fui pobre y me gusta lo sencillo.  Es un rosario de almas escogidas por mi Dios y consagradas por voluntad propia por cada una de ellas.

 

Oh amadísimas hijitas de mi Corazón Inmaculado, cada una de vosotras es una cuenta de ese rosario de amor.

 

Grandes luchas habéis librado y vencedoras sois en mí.  Cada día que vuestros ojos me miran en mis imágenes de vuestros conventos, yo también os miro y os amo.  Poco a poco se purifica el oro y la plata, mis amadísimas hijitas van brillando con la luz de la gracia.  Mucho os ama vuestra Madre y el Esposo Fiel.  Yo os adorno con todas las gracias que me permitís para presentaros agradables a los ojos de mi Dios; y Él os mira satisfecho de vuestra santa hermosura. Cuando Él pasea su vista por este mundo tan pecador, mira en medio de terrenos resecos y áridos un fragante jardín hermoso y puro con olor de santidad.  Y su vista se recrea en tan hermoso jardín. 

 

¿Pero de dónde llega esa santidad a vuestras almas?  Del rezo del Santo Rosario que hacéis cada día con amor y de estar en mi presencia esforzadas por ser cada día mejor. 

 

Todas son de almas bellas y benditas.  Mis hijas se parecen a su Madre que es bendita entre todas las mujeres.  Entre más os acercáis a mí, más os parecéis a mí.

 

Mis pequeñitas enfrentarán dura prueba de amor.  El enemigo maligno tratará de llamaros la atención presentándoos las cosas del mundo que más gustan a cada una.  Os tentará en el recuerdo y por el sentimiento tratará de podrir la gracia que hay en vuestros corazones.

 

Aparte vendrá la crítica y la murmuración.  Pero ¿acaso no estoy yo en medio de mis pequeñas recogiéndoos y cobijándolas con mi manto santo?  Entrad pues en mi santuario de amor y de vuestras casas y ciudades no os acordéis más.  No os pido dejar en el olvido a vuestros seres queridos sino más bien presentadlos en vuestras oraciones porque yo bendeciré en todo a aquel hijo o hija que vosotras me encomendéis y consagréis a mí.

 

Amores hay por el mundo que en verdad son falsos amores pintados de tentación por el tentador.  Como toda tentación van llenos de palabras vacías y de vanas ilusiones que en muchas de vuestras cabecitas revolotean en el recuerdo.  ¡Ay hijas mías!  Sólo uno es el amor de los amores.  Aunque muchas de mis hijas fueron pretendidas por agradables mozos, uno solo es vuestro Santo Esposo.  Vuestro Esposo es el más fuerte, el más hermoso, el más Santo.  Él es el amor.  Sus ojos brillan por la noche buscando a sus amadas para que no se pierdan.  Más hermoso que los cerros del Líbano y el oro de Ofir.  Con sangre pagó el rescate de sus muy amadas y en su Corazón las anida con amor eterno.

 

¡Oh hijas de mi corazón!  ¿Acaso habrá otro esposo mejor que éste?

 

Por eso, por vuestra escogencia Él os ama y yo aún más.  Pues yo soy la Madre de amor.

 

Gloria a Dios que quiso crear para recrearse, a mis preciosas criaturas.

 

Os bendigo con amor infinito que nunca acabará en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.  Amén.”

 

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