¿Quién es María Matea?

María Matea es el nombre que le fue dado a esta vidente por Jesús al iniciar la misión pública de transmitir sus mensajes, tras muchos años de recibir manifestaciones personales.

Es una señora casada por la Iglesia Católica con hijas, nietas y nietos.

A continuación un breve relato de su vida redactado por ella misma.

Historia

Me tocó venir al mundo en 1949, en una zona rural de Costa Rica. Desde muy pequeña escuchaba la voz de la Santísima Virgen María y del Señor. Esas voces viajaban con el viento y me llamaban por el nombre de pila. Siempre pude ver, oír y saber lo que otros no podían ni ver, ni oír, ni saber.

Cuando tenía entre 5 y 6 años, era una noche de luna entera, mucha luz y muchas estrellas (ya había pasado luna llena), pedí permiso a los que me cuidaban para ir a la acera de la casa para ver las estrellas, de pronto un viento helado y fuerte sopló y las estrellas en el cielo empezaron a tambalearse. Un ángel pasó volando de sur a norte, yo en la acera estaba parada mirando hacia el norte cuando el ángel volaba; detrás de él dejaba una gran calamidad, de detrás de él, en el cielo, las estrellas se cayeron. La luna que era redonda, se rajó por la mitad de arriba abajo dejando una hendidura visible desde la tierra. Y una gran oscuridad quedaba detrás del paso del ángel. Cuando las estrellas cayeron, la luna se partió y esa gran oscuridad y calamidad cuando había pasado el ángel, se produjo un terremoto tan grande que yo no podía sostenerme en pié, me puse de cuclillas para no caerme porque temblaba fuertísimo. Empezaron a salir demonios, algunos de ellos rodeados de fuego, otros no, que causaban daño y sufrimiento a las personas, y a las que eran extremadamente malas, con lo que podían ser sus manos, les arrancaban del pecho las almas con grandes dolores y espantos, la gente pegaba gritos y morían. Y los demonios se llevaban las almas para el infierno. En todo el aire se oían ruidos como silbidos muy penetrantes y agudos, chillidos de bestias y animales, gritos de terror de la gente y había una pestilencia y hedor en todo el aire. Era el hedor de los muchos pecados por los cuales, esta gran calamidad, vivía la humanidad. Sin moverme de ese sitio, yo me vi en medio de una gran ciudad y vi el paso del ángel sobre las grandes ciudades del mundo. Esas ciudades estaban iluminadas por el sol y la gente hacía su vida tranquila, unos en sus fechorías y otros en sus rezos, unos en la maldad y otros llevando una vida de gente de bien. Había muchas persecuciones contra las personas y la Iglesia, había una asechanza sobre la Iglesia que era una nube gris que trataba de envolverla y no lo lograba. Cuando el ángel llegaba a esas ciudades, al avanzar de sur a norte, detrás iba dejando toda la destrucción narrada anteriormente y la luz del sol iba desapareciendo mientras el ángel avanzaba de sur a norte. En toda la tierra había grandísimos terremotos y se veía todo exactamente igual, la misma destrucción, los demonios, los chillidos y los ruidos de cadenas y metales, golpes pesados de estrellas humeantes que caían causando un gran estruendo en el suelo y pavor en la gente. Por todos lados la tierra rugía y los mares se salían tragándose ciudades y toda la gente que ahí vivía, sin embargo, habían casas llenas de luz y adentro sus habitantes, estaban a salvo, eran las casas de personas de oración, fieles a Dios que en ese momento iluminaban las casas con candelas benditas que era lo único que podía arder. Junto con estas personas, dentro de las casas, había gentes mezcladas con sus familiares que estaban en pecado mortal y habían grandemente ofendido a Dios durante toda su vida, pero por estar bajo el cobijo de las oraciones de quienes rezaban y alumbrados por la luz de una candela bendita, no perecían. Los demonios llegaban a tocar las puertas de esas casas disfrazados de familiares y de conocidos cercanos a los de las casas para engañar a los que ahí vivían y que les abrieran las puertas para poderse llevar a los que estaban en pecado mortal. Por eso la Virgen nos dice, que en el día de esa gran calamidad, no abramos la puerta a nadie porque están a salvo los que no estén ahí por la oración y los demonios no podían ingresar a esas casas porque estaban selladas con la sangre de Cristo y sólo si se les abre, pueden entrar. A otras casas no se podían arrimar porque estaban metidas como en una burbuja de luz celeste o una burbuja de luz como blanco amarillo, y esas son las casas donde se reza el rosario, por eso la burbuja de luz celeste que los protege. Y la burbuja de luz blanco amarillo, donde sus habitantes hasta los aires los tenían cubiertos con la sangre de Cristo. Solo esas edificaciones se mantenían firmes, todas las demás se habían caído e incluso había casitas muy humildes a la orilla de los litorales, cerca de las playas, que el mar les pasaba por encima y ellas quedaban firmes. La calamidad duró mucho tiempo, después mi santo ángel me dijo que esa oscuridad duraría 3 días y cuando el sol volvió a salir de nuevo había vegetación pero se sentía una soledad muy grande, había muy poquitas personas dispersas pero en todos había un sentimiento de soledad muy grande, de estar solos en medio de los lugares. Por estar muy pequeña, entre 5 y 6 años, y ver esa gran destrucción que iba a suceder más adelante, cambió mi vida, por eso yo, ayunaba a pan y agua muy pequeña, incluso antes de hacer la Primera Comunión.

De treinta y tantos años, después de dirigir grupos de oración, un día el Señor vino a mi casa a las 3 de la tarde y me dijo:

“Levántate hija y ve al convento de Lumen Cristi en Alajuelita, ahí te encontrareis con mi Madre (la Virgen María), ahí seréis mi vidente y vidente de mi Madre por un tiempo, después de ese tiempo, os iréis de Lumen Cristi pero siempre seréis mi vidente y vidente de mi Madre, os daremos mensajes sobre los acontecimientos que vendrán, esos mensajes recorrerán el mundo entero y a su sola lectura suscitará el arrepentimiento y la conversión de los que los lean o escuchen”. Y además me dijo:

“Yo os llamo María Matea, para que con ese nombre llevéis a cabo la misión encomendada: recibir y dar a conocer los mensajes míos y de mi Madre.”